
La literatura quechua conoció un alto desarrollo en tiempos prehispánicos con numerosas formas líricas, épicas, narrativas y dramáticas o casi dramáticas. Se trata de un conjunto que no nos ha dejado textos escritos, pues solo lo ha hecho a través de la información y compilación realizada por algunos cronistas, predicadores y funcionarios coloniales. Fue por lo tanto, transmitida oralmente. Estas manifestaciones formaban parte del quehacer cotidiano. Funerales, fiestas, parrandas nupcias, peleas, guerras, entre otros. Estaban enmarcadas en una ritualización expresada a través de el arte.
Los primeros autores que usaron el quechua por lo menos parcialmente y fijaron las tradiciones oral en sus obras escritas, sobre todo en traducción castellana, fueron Felipe Guaman Poma de Ayala y Garcilaso Inca de la Vega. Para escribir el quechua se usaron modificaciones del alfabeto español.
Casi todos los textos quechuas de esta época fueron religiosos, entre ellos la Doctrina cristiana en castellano, quechua, aymara y puquina, el primer libro impreso en el Perú en 1584. Una excepción fue el manuscrito de Huarochirí escrito por encargo del obispo Francisco de Ávila para luchar contra la idolatría y el paganismo, que contiene mitos recopilados en la provincia de Huarochirí.
En la Colonia fueron también escritos los dramas anónimos Apu Ollantay, la Tragedia del fin de Atahualpa y una elaboración dramática del Hijo pródigo, que fueron representados en el teatro del Cusco a inicios del siglo XVIII.
Un poeta importante que luchó por la independencia y cayo en el combate contra los españoles fue Juan Wallparrimachi de Potosí, que pese a ser bilingüe escribió solamente en quechua.
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